VII
ALGUNAS
CAUSAS: LA IGLESIA
No puedo por menos de sentirme desazonado y
triste al hablar de la responsabilidad de la Iglesia Católica hoy en la
cuestión que nos ocupa y de cómo se ha dejado engatusar por la modernidad, de cómo
ha caído en la trampa de la frivolidad y de la moda. ¿Es que tampoco ve al rey
desnudo?
No podemos olvidar cuánto le debemos a ella
en el desarrollo de la cultura, la filosofía y el arte. Son tantas y tan altas las cimas alcanzadas
en esta materia y son tantas las muestras de su beneficiosa influencia en el
pasado, que no es necesario encarecerlas –sólo disfrutarlas, visitando
catedrales, museos…
Al renunciar al protagonismo en la creación
artística que tuvo en otro tiempo la Iglesia ha cedido ante la presión del
ambiente. En este aggiornamiento, unas veces por necesidades materiales y otras, tal
vez, en busca de una simplicidad y sencillez más acorde con la doctrina que
predica, ha contribuido a la trivialización y degradación del arte. Nos parece que se podía haber conseguido lo
sencillo sin caer en lo banal.
LA LITURGIA—No vamos ha hacer aquí un
tratado sobre las ceremonias eclesiásticas y los sagrados ritos de la Iglesia
católica. La intención es referirnos, más bien, al aspecto externo y a los cambios
efectuados a partir del Concilio Vaticano II.
La belleza de los ritos católicos es
indiscutible y ha sido siempre motivo de admiración en todo el mundo. Uno de los fines que persigue es elevar el
espíritu hacia Dios. Hacernos sentir y
comprender. Muchos, después de haber
experimentado una profunda emoción y estremecimiento presenciando un servicio
religioso católico, confiesan que ésto ha sido la principal causa que les ha
llevado a convertirse a esta religión.
En los nuevos ritos no negamos el esfuerzo
y la buena intención para hacer llegar a las gentes sencillas un mayor
acercamiento y comprensión. Me pregunto
aquí, en lo referente a la importante parte de la liturgia que es la música:
¿estamos seguros de tener la adhesión de los jóvenes adoptando sus ritmos
acompañados de melodías banales y pegadizas?
Y en cuanto a las modernas imágenes: ¿podemos esperar que la gente
sencilla aumente su devoción después de contemplar esas horrendas y desgarradas
figuras que hoy le son impuestas?
Afortunadamente se ha desterrado casi toda imagen de muchos templos, con
lo cual se han convertido en grandes y desangelados espacios, nunca mejor
dicho.
¿Estamos seguros de que sólo una minoría
sabe apreciar la belleza que, por otra parte, nos ayuda a acercarnos al misterio?
¿No sería acaso más acertado elevar el nivel de conocimiento y la sensibilidad
de esa gran masa, en un intento de acercarnos a ella sin renunciar a auténticos
valores?
II. El rey desnudo
III. Las causas
IV. Los creadores
V. La crítica
VI. El mecenazgo
VII. La
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VIII. El Estado